lunes, 14 de junio de 2010

Perorata automática


Un ejercicio de escritura automática con nocturnidad y alevosía...

Tantas palabras resbalando en inútiles intentos de asir los ejes desquiciados de un planeta ilegible, la palabra rebote, la palabra parábola, la palabra demencia que es abundante, clásica y vacía y otras palabras cercanas al vino y al espíritu , luego de algunas combinaciones de origen animal, y no saber por dónde empezar a relatar una confusión que nos acompaña como un pecado sustancial, y los verbos bailables, y el Caribe como amenaza sanguínea que no logra explicarnos, y otros desiertos que nos corren anónimos bajo la piel, todo mezclado con un tráfico casi doloroso de poetas excepcionales y exceptuables, para luego pensar que más allá de las palabras están hablando los edificios en ruinas, el sol y el viento de estas tierras en incendio doble, las calles manchadas de tiza y sangre inútilmente, las habitaciones combustibles desde las que leímos sueños incontrolables, versos incendiarios, nombres que habitaban el olvido, como una suerte de pesadilla vespertina que cuelga desde persianas deshabitadas, como un televisor en blanco y negro atravesado por el profético vuelo de aves carroñeras , que es decir; más de lo ya dicho y es el sepia siempre de las autobiografías, que en este lugar están teñidas de cuchillos, de chillidos, de bestias sudorosas que gritan el amor, de paisajes en ruines postales, de persistentes demoliciones , de previos desahucios e indigencias posteriores, eso porque sí, porque hay dolores que se resisten a ser explicados, porque no vale de nada que se vuelvan signos los ojos lacerados de obediente mirada, mientras los sueños explotan más abajo del nivel germinal.


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